Cuidado de sí mismos para llegar mejor a los otros, con Luis Aranguren

ene 13, 2023
Luis Aranguren Gonzalo

El pasado 12 de enero tuve la oportunidad de participar en el V Encuentro de formadores de Fundación Botín. Compartimos ideas y experiencias sobre el cuidado docente. Tras estos años difíciles de pandemia y de cuidados esenciales, donde a los docentes se les ha exigido dar más allá de lo que tienen y saben, hoy notamos cansancio, un cansancio viejo que se asoma de formas diversas: desánimo, hartura y conciencia de que no estábamos preparados para cuidar. Nos formaron para instruir y transmitir, poco para acompañar y casi nada para cuidar.

Con todo, el cuidado no es una obligación más que hemos de introducir en la pesada mochila del docente. Quizá este tiempo de fragilidad personal y planetaria nos ayude a situar el cuidado en el quicio de una educación y una civilización más justa y felicitante.

¿Y qué entendemos por cuidado? Porque corremos el riesgo de que al usar la palabra “cuidado” tanto y con tanta ligereza, la vaciemos de contenido ético. Desde mi punto de vista, el cuidado es una disposición que favorece la relación amorosa y saludable con la realidad personal, con los demás y con el planeta. El cuidado conduce a habitar el mundo humanizándolo desde la convicción de que somos criaturas interdependientes y ecodependientes.

Hasta ahí una definición para echar a andar. El cuidado está directamente relacionado con los vínculos recibidos y los creados. Vínculos que humanizan y que acompañan. Por eso, el descuido será cualquier forma de desvinculación con uno mismo, con los demás y con el planeta. En tanto que disposición, el cuidado nos ayuda a situarnos cabalmente en la realidad creando vínculos sanos, también en el colegio.  

El cuidado de sí tiene que ver con poner orden a la propia existencia; y pasa por que los otros puedan contar con uno, pero no de cualquier manera y a cualquier precio, sino como “uno mismo”. El cuidado de sí ayuda a remoralizar la propia vida, viviéndonos en nuestra radical autenticidad. Para el filósofo Ortega y Gasset la desmoralización acude a la vida de uno cuando ya no vive en su propio quicio, cuando está des-quiciado. ¿Nos suena a algo?

Cuidarse es estar en uno mismo, apropiarse de la propia vida: vivir en mí, y no vivir la vida de los otros. Esto significa atender a las siguientes sugerencias:

  • Conocerse a uno mismo. Mirar más adentro de mí mismo y dejar de estar asomado tanto a los vaivenes del exterior. Conocer mis posibilidades, hacerme cargo de mis aprendizajes vitales. ¿Qué he aprendido como docente en la pandemia? Conocerse a sí mismo también significa identificar y poner nombre a las limitaciones que tengo. Soy frágil en un mundo frágil. La pandemia nos hizo descubrir que nuestras ansias de poderío son humos que hay que saber bajar a la arena. Ni somos dioses ni podemos con todo. Y, precisamente, la fragilidad que soy es la que me hace más humano y mejor persona. Cuando nuestra cultura hace gala del posthumanismo que todo lo alcanza, en la fragilidad del cacharro de barro que somos intensificamos lo humano, que es lo más cercano, lo más amoroso para sí mismo y para los demás.
  • Soltar lastres: ¿conocemos aquello que nos pesa y ya no sirve? Importa soltar las costumbres ya caducas, la insistencia en volver hacia atrás, como si el pasado fuera el único criterio de actuación. El cuidado apunta al futuro que emerge. Cuidar de mí también significa preguntarme a qué futuro educativo estoy sirviendo; miro a ver si esos futuros tienen que ver con ser más colaborador, saludar al otro, ser más amable, cuidar la palabra para que no hiera. Y si es así, me podría preguntar qué debo soltar y dejar atrás.

     En este soltar interviene la capacidad para desdramatizar lo pasajero y quitar importancia a lo que no es importante, la facilidad para saber reírme de mis manías, mis fantasías o mi testarudez. También ayuda aprender de mis fallos y errores, sabiendo pedir disculpas si he hecho daño a alguien. Y, por último, aceptar lo que observo en mí, aflojando -al mismo tiempo- exigencias y perfeccionismos que a nada conducen. Perdonarse a uno mismo forma parte del cuidado integral. Cuidarse es alejarse de un perfeccionismo que nos saca de nuestro verdadero lugar.

  • Cuidar mis necesidades. Hay personas que viven en la negación del cuidado. A quien esto le sucede se desliza peligrosamente por la pendiente del descuido permanente. Termina por embrutecer a las personas y convertirlas en piezas de un museo de los horrores que nadie quiere visitar. Negar el cuidado es desvincularse de las propias necesidades, aquellas que al satisfacerlas humanizan nuestro diario vivir. Por eso importa mucho estar cerca de las propias necesidades e identificarlas. Ellas nos sitúan en la órbita de cuidado que nos debemos y del cuidado que podemos dar.

      Simon Weil señala una serie de necesidades del alma que son de vital importancia para los seres humanos. Destaco dos que se encuentran ligadas al cuidado de sí. En primer lugar, la necesidad de orden: distinguir qué es lo importante y qué lo secundario. Necesitamos ordenar nuestra existencia sin rigideces, pero señalando nuestras prioridades. En segundo lugar, Weil apunta la necesidad de seguridad antropológica, una seguridad que no se ocupa en poner candados, sino que se expresa como fe en uno mismo y no estar preso de miedos ni temores. La seguridad antropológica nos ayuda a reconocer los espacios de seguridad y de cuidado tan necesarios en los momentos de enfrentar cuestiones delicadas en el centro educativo.

Cuando nos conocemos en profundidad, ponemos nombre a nuestras necesidades y soltamos lastres que ya pesan demasiado, estamos en el camino del cuidado de sí que ayuda a cuidar de los otros. Habrá una sana relación dialéctica entre ese cuidado de sí y la solicitud por los otros; dos momentos de un mismo cuidado integral. En el ámbito educativo, este paso es condición esencial para generar entre todos una cultura del cuidado, tan necesaria en estos momentos que estamos viviendo. 

Luis Aranguren Gonzalo

(luisarangurengonzalo@hotmail.com)

Consultor y formador en el ámbito de la ética del cuidado

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