Aquí cabemos todos. Educar sin dejarse a nadie; por Coral Elizondo
Aquí cabemos todos. Educar sin dejarse a nadie no solo es el título de una conferencia que habla de diversidad, democracia y justicia social. Es sobre todo una realidad que implica hablar de educación inclusiva, un concepto muy escuchado en la actualidad que curiosamente nace de forma paralela al término conceptual al que sustituye, integración, y que a pesar del paso de los años, sigue siendo un concepto que continúa con muchos dilemas o errores conceptuales que provocan un exceso de significado.
Un poco de historia
La Declaración de Salamanca (UNESCO, 1994) supuso un cambio de perspectiva en el enfoque educativo de la educación especial en aquel momento, permitiendo la escolarización de estudiantes con discapacidad en centros educativos ordinarios. Se garantizó entonces la entrada y el acceso, la integración y la normalización de este alumnado, en igualdad de condiciones, a las escuelas ordinarias.
El término educación inclusiva surge paralelamente, concretamente en el año 1990 en el foro internacional de la UNESCO, donde, en la Conferencia Internacional de Jomtiem (Tailandia) (1990), se promovió la idea de una educación para todos, dando respuesta a toda la diversidad dentro del sistema de educación formal. Se habla en ese momento también de equidad, de conocer los obstáculos con los que los niños se encuentran para acceder a las oportunidades educativas (1) y de determinar cuáles son los recursos necesarios para superar estos obstáculos. Pero no será hasta el año 2000, en la Conferencia Internacional de Educación de Dakar, donde se hablaría por primera vez de educación inclusiva en los compromisos del Marco de Acción (2).
Se pasa de esta forma de la integración, que puede considerarse un modelo rehabilitador que tiende a “normalizar” al alumnado, a un modelo social que defiende y se apoya en una educación inclusiva, “entendida como respeto por la diversidad del alumnado” (3) en contrapartida al de exclusión del alumnado “especial”.
Retos y desafíos en la educación inclusiva
La educación inclusiva no es la educación especial del siglo XXI, es un derecho que anhela y busca oportunidades justas, equitativas y equiparables para todo el alumnado “sin eufemismo respecto a todas y todos” (4), garantizando siempre la equidad e igualdad de oportunidades y enfatizando en el derecho humano reconocido por la Convención sobre los derechos de las personas con discapacidad (ONU, 2006).
La educación inclusiva es un proyecto ético que comienza reconociendo las relaciones excluyentes y desiguales que pueden existir en las escuelas y en las aulas. Requiere un compromiso personal; y es una lucha contra el fracaso y la exclusión, contra la segregación y contra la indiferencia colectiva que lleva a la inactividad.
Se observa entonces que inclusión y exclusión aparecen como dos extremos en una misma dimensión educativa, de forma que al anticipar, minimizar y eliminar barreras se evita la segregación y se favorece la inclusión. Esta inclusión también se logra cuando se llevan a cabo propuestas didácticas equitativas, inclusivas y accesibles, para todo el alumnado.
La inclusión respeta las diferentes identidades y necesidades de todo el alumnado garantizando la equidad y la calidad con su presencia, participación y logros en el aula. Se habla de altas expectativas, de romper techos de cristal, pero también de eliminar los prejuicios y sesgos que pueden surgir ante la diversidad de razas/etnias, culturas, género, idioma o discapacidad.
Cómo inclusión al corazón garantizar la inclusión educativa
La educación inclusiva debe recuperar el humanismo en la educación y abogar por la mejora de la calidad de vida acompañando a todos los estudiantes en los proyectos de vida personales. La inclusión no es una educación selectiva solo para algunos estudiantes, ni tampoco debe asociarse con alumnado con necesidades educativas. La educación inclusiva es y debe ser una educación democrática y justa para todos. En la actualidad se pone el foco en una accesibilidad universal y un diseño para todos concibiendo entornos pedagógicos accesibles, flexibles, inclusivos y equitativos, sin dejar nunca a nadie atrás.
Existen distintos ejes sobre los que podemos actuar y que se enumeran a continuación de forma breve.
- Valores inclusivos. Promover en los centros educativos valores inclusivos que impliquen la justicia social, la equidad, la honestidad, el respeto, la convivencia y el bienestar emocional. El objetivo es reducir toda forma de discriminación.
- Concebir que todos los estudiantes pueden aprender y que su punto de vista debe ser tomado en cuenta garantizando su voz y su participación.
- Prácticas inclusivas. Implementar prácticas didácticas universales que permitan aprender juntos en el aula diversa, garantizando un diseño universal y los ajustes razonables.
- Redes de apoyo. Crear redes naturales de apoyo que favorezcan y movilicen oportunidades para todo el alumnado y el desenvolvimiento pleno de la persona.
Desde esa perspectiva, la inclusión representa un impulso fundamental para avanzar hacia una educación más justa, democrática y de mejor calidad para todo el alumnado, sin dejar a nadie atrás.
Referencias bibliográficas
- UNESCO (2009) Directrices sobre políticas de inclusión en la educación. París
- Marco de Acción de Dakar. (2000) Educación para todos: cumplir nuestros compromisos comunes.
- Echeita, G. (2006) Educación para la inclusión o educación sin exclusiones. Madrid
- Echeita, G. (2022). Evolución, desafíos y barreras frente al desarrollo de una educación más inclusiva. Revista Española de Discapacidad, 10(1), 207-218.